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Gestionar las emociones de nuestros empleados para conseguir su bienestar laboral

Javier Iglesias

Regional Sales Manager

Suele decirse que “cada persona es un mundo”, y es totalmente cierto. Si algo podemos deducir de las muchas y diferentes relaciones personales que uno establece a lo largo de su vida es que cada persona es única. Somos distintos desde que nacemos y, con el paso de los años, las experiencias que vivimos, las decisiones que tomamos y el entorno en el que vamos creciendo van configurando nuestro carácter y nuestra forma de ser. Ya como adultos, comienzan a aparecer nuestros objetivos laborales, la idea de familia, nuestros sueños, que suman su granito de arena en el desarrollo de nuestras fortalezas y debilidades.

En la vida, especialmente en la laboral, podemos encontrarnos con periodos de mucho estrés, experiencias intensas que llegan a saturarnos emocionalmente, hasta el punto de mermar nuestras capacidades y reducir nuestra productividad. En estas ocasiones canalizar los sentimientos y mantenerlos en equilibrio se convierte en una tarea ardua pero muy necesaria. Lograrlo no tiene tanto que ver con ser fuerte o débil, sino más bien con conocerse a uno mismo y disponer de las herramientas necesarias. Además, aunque en el momento los retos o dificultades a los que un trabajador se enfrenta puedan concebirse como algo negativo, a largo plazo, y una vez superado, somos capaces de descubrir sus beneficios.

Según numerosos estudios realizados en los últimos años, la gestión emocional y el desempeño laboral están más relacionados de lo que pensábamos. Las empresas, conscientes de esta realidad, han incluido en sus planes de formación objetivos más allá de los meramente profesionales, destinados a la gestión y fortalecimiento de las emociones frente a situaciones conflictivas en la empresa. Esto incluye, desde sesiones de formación que abordan la identificación y la canalización de las emociones, hasta talleres de relajación, pasando por acciones de team building que favorecen las relaciones personales y el trabajo en equipo.

Nuestro estado emocional a menudo está condicionado por la lectura que hacemos de la realidad que nos rodea. En el trabajo, al igual que en la vida, es imposible controlarlo todo, hay demasiadas cosas que escapan a nuestro alcance y poder de decisión. Lo único que podemos controlar es el modo en que dejamos que eso nos afecte. Pero, ¿podemos realmente tener ese control? Alison Ledgerwood, del departamento de psicología de la Universidad Davis habla de la tendencia natural que tiene la persona de hacer una lectura desfavorable del entorno, despertando, en primer lugar, la alerta y el miedo, pero asegura que, poniendo en juego nuestra voluntad, podemos modificar esta inclinación hacia una percepción positiva que permita, más que intuir peligros, detectar oportunidades. ¿Cómo comportarnos emocionalmente de manera constructiva en el trabajo, templar emociones que se desencadenan aceleradamente o evitar actuaciones exageradas que, seguramente empeoren las cosas? Lo primero es seguir estos tres pasos:

-Pararse e identificar: ¿Cómo me siento? ¿Cuál es la emoción que me domina? ¿Tristeza, enfado, frustración, nerviosismo, inquietud, ansiedad, ira…?

-Detectar el detonante: ¿qué ha provocado que me sienta así? ¿Qué acontecimiento, persona o situación ha provocado que se desencadene en mí este estado emocional?

-Sacar partido a la emoción: Una vez identificado lo que uno siente y qué lo ha provocado, puede racionalizarlo. Entender lo que nos pasa es vital para encajarlo y colocarlo en el lugar donde debe estar. La emoción no desaparecerá de golpe, pero nuestra libertad de decisión y de autocontrol se pondrá, poco a poco, por delante del sentimiento y podremos de nuevo tomar el control.

Enfrentarse a los cambios es difícil de gestionar, pero si disponemos de las técnicas y enfoques adecuados, como las que ha desarrollado la consultora internacional especializada en habilidades de comportamiento Liggy Webb, será más sencillo. Es considerada líder de pensamiento en materia de resiliencia, un concepto que está ganando adeptos en empresas y corporaciones. La resiliencia es la capacidad que tenemos los seres humanos para adaptarnos de manera positiva situaciones cambiantes y adversas.

Cuanto mejor conozcamos nuestras emociones y seamos capaces de identificarlas, aprenderemos a dominarlas y aumentaremos nuestro registro de conceptos emocionales. Esto nos hará mucho más capaces de empatizar con los demás, de sacar lo mejor de las personas con las que trabajamos y ejercer así un liderazgo real.

La transformación de las organizaciones pasa por realizar cambios en la cultura de las empresas que humanicen cada vez más sus estrategias y modos de hacer. El interés en la salud y educación emocional de los empleados es un nuevo reto que encamina a las compañías a poner el foco de la actividad siempre en primer lugar en las personas.

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