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Cambia, todo Cambia

Silvia Leal

Silvia Leal

No se puede frenar el paso del tiempo. Podemos tratar de oponernos al cambio y ofrecer resistencias frente un futuro incierto, pero la vida fluye, y como nos advertía la canción de Mereces Sosa:

“Cambia lo superficial. Cambia también lo profundo.
Cambia el modo de pensar. Cambia todo en este mundo”

Y es así como llega el “progreso”. De hecho, su definición lo deja muy claro: “acción de ir hacia delante”, a lo que la RAE suma una segunda acepción: “avance, adelanto y perfeccionamiento”.

¡Lo dice hasta el diccionario! Para progresar, debemos atrevernos a cambiar, a explorar cosas nuevas y, por supuesto, a inventárnoslas. Sin embargo, aunque la teoría está tan clara, la realidad es que conseguir avanzar no es nada fácil.

Todos sabemos que el progreso llega hoy de la mano de la tecnología. Se espera, por ejemplo, que la inteligencia artificial incremente el PIB un 14% para el año 2030[1]. Será el resultado, entre otros, de la aplicación de herramientas como los chatbots, el aprendizaje automático y de la sofisticación de los robots sociales.

Un dato muy optimista que, desafortunadamente, sirve de poco consuelo porque lo que preocupa en la calle es el futuro empleo. Es lógico, la desigualdad económica es un problema cada vez mayor, y saber que se generará más riqueza ya no es sinónimo de calidad de vida para los ciudadanos de a pie.

Por ello, no podemos hablar de progreso, sin prestar especial atención a la evolución del empleo, un tema con el que siempre llegan el temor y los miedos porque ¿qué sería de nosotros si nos quedásemos sin él? Unos miedos que han calado muy profundo porque hoy en día lo fácil es ser alarmista y teorizar en torno a la destrucción, como en las películas, dado que es lo que “vende”.

Y es cierto que el riesgo está ahí, al acecho, porque si una tarea se puede automatizar se automatizará, como lleva sucediendo desde mediados del siglo XIX, con el avance de la segunda revolución industrial. No obstante, pensar que estamos así, apalancados en años de plena destrucción, temerosos sobre el futuro que nos llega y que les tocará vivir a nuestros hijos, muestra una visión muy miope de la realidad, al menos en lo que al trabajo se refiere.

Tan solo hay que acudir a las previsiones del Foro Económico Mundial (WEF), una fuente a la que, al menos yo, no me atrevería a cuestionar. Según su informe Future of Jobs 2018, para el año 2022 la robotización podría llegar a acabar con 75 millones de empleos de ámbitos profesionales como la contabilidad, las fábricas de montaje o la atención al cliente.

¡Cómo no vamos a tener miedo con unas previsiones así! Mucho miedo, esa emoción tan intensa y sutil que limita, paraliza y no deja ver la otra cara de la moneda porque, en este caso, ¿qué pasa con la generación de empleo?

De acuerdo a esta misma fuente, el WEF, durante el mismo periodo de tiempo se van a generar 133 millones de empleos lo que supone globalmente un salgo positivo. Es decir, el empleo tiene más futuro que nunca. Y, entonces, ¿por qué este mensaje no ha conseguido calar? ¿Será quizás porque hay dudas, al fin y al cabo, sobre sus posibilidades de acertar con este pronóstico? Hay quien incluso pensará que ideas y previsiones así solo pueden ser parte de una campaña electoral. ¿No es verdad?

Es la razón por la que llega el momento de aclarar que tenemos muchas pruebas que demuestran que es ahí hacia dónde vamos. Es más, no hay que ir muy lejos para poder encontrarlas. ¿Sabías que, en España, sin ir más lejos, el 26% de las vacantes no se cubren? ¡Se quedan desiertas!

Son los datos del Indice ManpowerGroup, una publicación que ya lleva más de 50 ediciones y que se ha convertido en todo un referente para quienes buscamos fuentes fiables de información. Unos datos que contrastan con el día a día de un país que sufre una tasa de paro en torno al 14%, lo que supone un total de desempleados por encima de los tres millones de personas.

Por si fuera poco, este mismo estudio prevé la generación de 2,6 millones de nuevos empleos para la próxima década, lo que supone un crecimiento medio del 1,9 % al año, datos que contrastan, de nuevo, con el pesimismo de quienes creen que con tanta tecnología corren peligro nuestros trabajos.

Sin embargo, el informe deja claro también que el optimismo no llega para todos, puesto que se tratará de empleos cualificados, perfiles con formación técnica, diplomados y licenciados. En pocas palabras, para poder trabajar, será importante haber estudiado. En concreto, 2,3 de los 2,6 millones serán posiciones para perfiles con un nivel de formación medio, alto y muy alto.

Por esa razón, es el momento de dejar de lamentarse por los años que nos esperan e incorporar eso de “aprende y sobrevivirás”. Lo leí en el informe de Cornerstone sobre los “Cinco grandes cambios que se están produciendo en nuestro cerebro”, un documento que muestra que el aprendizaje será la clave para la supervivencia de empresas y profesionales.

Por todo ello, hay que fomentar una cultura del aprendizaje con un alcance global, y para todos, no importa cual sea el sexo, la edad o la experiencia profesional de un empleado. Y, desde luego, no olvidemos nunca el consejo de mi querido amigo el filósofo José Antonio Marina: “La ley del aprendizaje es implacable: o aprendes o te vas a la cuneta”. Yo, desde luego, creo que tenemos muchas más razones que nunca para no dejar de aprender.

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